Tierra Santa vista desde el aire
Durante dos horas sobrevolamos la mitad del país. Las dimensiones del conflicto se explican por la extrema cercanía de árabes con israelíes, quienes llegan a mezclarse
Carlos Novoa Shuña
Enviado especial
TEL AVIV. Estamos en el aeropuerto de Herzilia, diez kilómetros al norte de Tel Aviv. Es una pequeña ciudad de la costa del Mediterráneo. Suena extraño pensar que vamos a recorrer la mitad del país en menos de dos horas. La idea es que desde el helicóptero veamos las dimensiones tan estrechas de este hermoso país, que en dimensión, incluyendo los territorios de la Autoridad Palestina, es el tamaño de la provincia de Ica.
El viaje para un grupo de periodistas latinoamericanos lo organiza Israel Project, una fundación sin fines de lucro apoyada por sectores privados de EE.UU.
Dos minutos después de partir ya estamos lejos de la costa, vamos de oeste a este, sobrevolamos Kfar Sava, una tranquila ciudad de clase media, de pronto, en un abrir y cerrar de ojos el helicóptero hace un viraje y asoma en toda su dimensión la palestina Qalquiya, de 30.000 habitantes. En este sector el territorio israelí solo tiene unos diez kilómetros de ancho.
Estamos prácticamente encima de Qalquiya, vemos poco movimiento de gente, la mezquita como punto descollante y, por supuesto, la cerca de seguridad israelí, uno de los puntos cruciales del conflicto. Para los palestinos es una gran cárcel que subraya el sufrimiento de su pueblo. Para los israelíes una garantía de vida.
LA POLEMICA LINEA VERDE
Volamos encima de la línea verde, al lado derecho la llanura que lleva al mar, a la izquierda una zona montañosa y, lo más sorprendente, un camino sinuoso en el que se yuxtaponen uno a otro un pueblo israelí con uno árabe. Si no fuera por la cerca de seguridad, no se notaría la diferencia entre Israel y la Autoridad Palestina.
La línea verde es sinónimo de la del armisticio de 1949, que separa las tierras provisionalmente conquistadas por Israel tras la guerra de 1967. Los palestinos reclaman el retiro de los israelíes de este sector para consolidar cualquier negociación y por eso critican con dureza la construcción del muro de seguridad.
El helicóptero avanza, ya llevamos unos quince minutos de vuelo, y no es difícil ver las amplias áreas verdes que de arriba parecen alfombras y, de pronto, de nuevo aparecen algunos pequeños poblados. Unos son condominios de lujo, otros son los famosos kibutz, aquellas comunidades agrícolas o aldeas comunitarias que tienen distintos niveles socioeconómicos.
La guía del helicóptero es la coronela retirada Miri Eisin y nos explica que si miramos a la derecha, vemos Jerusalén y a la izquierda Ramala, la sede del Gobierno Palestino. Aquí se encuentra la Mukata, el famoso cuartel donde Yasser Arafat, el padre de la nación palestina, pasó sus últimos días de vida.
Lo que me sorprende es que en la práctica, Ramala es un barrio más de Jerusalén. Ambas ciudades están muy cerca, a menos de diez kilómetros de distancia, eso solo lo podemos notar desde el aire y sobre la derecha Jerusalén en todo su esplendor. Esta ciudad es la más poblada de Israel, tiene 634.000 habitantes, y la parte histórica, donde confluyen lugares santos para tres religiones -judía, musulmana y cristiana- como el muro de los lamentos, la mezquita de Al Aqsa, la iglesia del Santo Sepulcro o la Vía Dolorosa.
Pero Jerusalén es amplia y tiene barrios ricos y pobres. En el oeste están los barrios árabes y del otro lado la parte judía. Hay un estadio, centros comerciales y carreteras modernas que no tienen nada que envidiarle a las mejores autopistas de Estados Unidos o Europa. Al lado de Jerusalén asoma Belén, también bajo control palestino y encerrada dentro del muro de seguridad.
EN LA MIRA DE GAZA
Pasan cinco minutos y hacemos la primera parada en Sderot, una ciudad fundada en 1955 y de 35.000 habitantes y permanente víctima de ataques con proyectiles desde la franja de Gaza. Viajamos en una camioneta durante cinco minutos y llegamos al puesto militar Nebbi Meri, en la frontera con la franja de Gaza.
Estamos a cincuenta metros de la franja. Un jeep militar patrulla del lado de una cerca de seguridad. Aquí no hay muro, solo un alambrado eléctrico y minas en el camino que están desde 1994. Por esa razón, de Gaza no han salido atacantes suicidas para inmolarse en Israel. Aquí los ataques se lanzan con cohetes Qassam, de fabricación casera.
Regresamos al helicóptero y volvemos al norte, ahora sí alejados de posiciones palestinas. Pasamos por Ashkelon, a once kilómetros de Gaza, seguimos por Nitzanim, Ashdod y ahora sobrevolamos el Mediterráneo y nos acercamos a Tel Aviv.
Es increíble la multidimensionalidad de este país. Dejamos atrás los pueblitos, ultramodernos o antiguos, ciudades palestinas o israelíes, sectores urbanos o rurales. Ahora Tel Aviv asoma en todo su esplendor de modernidad urbana.
Aterrizamos en Herzilia de nuevo. Israel tiene 470 kilómetros de longitud y aproximadamente 135 kilómetros en su punto más ancho. Hemos recorrido la mitad del país en una hora y cincuenta minutos. Tan poco espacio para una de las zonas más conflictivas del mundo.
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